Un criador de caballos de Fukushima preocupado por el nivel de radiación de sus animales

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 Tokue Hosokawa es un criador de caballos japonés que gestiona un negocio familiar con más de cien años de historia. Más de un centenar de caballos vivían en esta granja no muy lejos de Fukushima. Se usan para desfiles, festivales donde se recuerda la cultura samurai o para rodar películas, series o anuncios de televisión.

La granja está situada a unos 25 kilómetros al noroeste de la central nuclear de Fukushima. El 11 de marzo de 2011 todo cambió para Tokue Hosokawa. Dos años y medio después del accidente, Iitate es un pueblo fantasma debido al desastre nuclear. Hosokawa no hizo caso al consejo del Gobierno: matar a todos sus caballos y vacas. En su opinión, no era una enfermedad infecciosa y no exponía a ningún peligro a otros animales ni a la gente.

La orden de evacuar Iitate llegó semanas después del accidente. Antes, había sido elegido como uno de los lugares más pintorescos de Japón. Los bosques de las montañas que rodean Iitate habían atrapado partículas radiactivas, convirtiendo el pueblo en un repositorio de niveles peligrosamente altos de contaminación.

Hosokawa, mandó a su esposa y a su hija, Miwa, a zona segura. Pero él se quedó para alimentar a sus caballos. Otros pocos habitantes siguieron viviendo en sus casas, arriesgándose a sufrir contaminación radiactiva y haciendo oídos sordos a las advertencias del Gobierno. Incluso ahora, más de dos años después, no se aconseja volver a los residentes.


Los trabajadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) visitaron la zona y dijeron que las ciudades y pueblos contaminados de Iitate no podrán ser habitados aún, ya que la limpieza de las casas tomará más tiempo de lo esperado. El proceso de limpieza se ampliará durante un periodo entre uno y tres años.

Potros que no se sostienen de pie

Hosokawa encontró un nuevo hogar para ochenta de sus caballos. Entre los treinta que se quedaron en la granja, principalmente los potros, no se podían sujetar sobre sus patas de manera adecuada. En pocas semanas, 16 murieron en circunstancias misteriosas. Las autopsias de cuatro caballos no encontraron ninguna evidencia de enfermedad y revelaron niveles de cesio de 200 becquerelios por kilogramo (dos veces superior al límite de seguridad establecido por el Gobierno para los productos agrícolas).

Hosokawa ha tomado acciones legales contra el operador de la planta, Tepco, reclamando dinero por su caballos muertos o enfermos. Tepco accedió a pagar 10 millones de yenes para la pérdida de 39 caballos que nacieron en la granja, pero se negó a compensar el resto. Los animales sobreviven por donaciones que provienen de todo el país, algunas enviadas de forma anónima. Una mujer apareció en la puerta de la casa de Hosokawa con un millón de yenes en efectivo.

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