El lago Urmía, condenado a muerte

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Es el segundo lago salino más grande del mundo. O lo era, mejor dicho, porque el cambio climático, un mal uso del agua y la inactividad política lo han condenado a una rápida e irreversible desaparición. Sólo un milagro podría devolverle el esplendor perdido a esta maravilla de la naturaleza, de la que ya sólo queda una triste imagen fantasmal.

El lago ha ido menguando de un modo tan acelerado que urgía hacer algo para evitar su desecamiento, si bien desde hace años el gobierno iraní se ha mostrado apático al respecto. No sólo no ha hecho nada, sino que además se desoyeron las demandas de los expertos para encontrar una solución que no cesan de buscar desesperademente científicos de distintas universidades del país.

Un desierto de sal

Convertido casi todo él en un gigantesco desierto de sal, el lago Urmía ha perdido en los últimos diez años hasta un 80 por ciento de su superficie. Como se apunta al inicio del post, entre todos están matándolo y él sólo acabará muriéndose, pues el calentamiento global se suma a la construcción de presas que se quedan el agua de los ríos que lo alimentaban o, por ejemplo, a un riego indiscriminado que evidencia una pésima gestión del agua.
¿La solución? Además de necesitarse una concienciación social mayor que pueda presionar lo suficiente para impulsar políticas favorables, se necesita una radical transformación de la agricultura de la región, optando por cultivos que no requieran tantos recursos hídricos.


Situado en el noroeste de Irán, el lago Urmía fue declarado reserva de la biosfera por la Unesco en 1976, además de ser un hábitat privilegiado para numerosas especies autóctonas y de aves migratorias. las consecuencias de su desaparición irían más allá del desastre ambiental, suponiendo una debacle económica para millones de personas que viven en sus alrededores y dependen de él para sobrevivir.

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