Basura electrónica: demasiada tecnología para el medio ambiente
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La basura electrónica ha alcanzado tales dimensiones que supone un
gravísimo problema para el medio ambiente. Inmersos en plena Era del Big
Data, el problema crece de forma imparable. Bastará con dar unas pocas cifras para entender la dramática situación:
en los últimos años, en todo el mundo se producen anualmente alrededor
de 50 millones de toneladas métricas de basura electrónica, lo que
supone 7 kilogramos por persona. Además, según advierte la ONU, para
2017 la cifra aumentará un 33 por ciento.
Eso significa que en 2017 el volumen anual de basura electrónica será de unas 65,4 millones de toneladas, lo que equivale a un peso similar al de 200 edificios como el Empire State de Nueva York o a 11 construcciones como la Gran Pirámide de Giza. ¿Impresiona, verdad?
¿Pero, qué es la basura electrónica? Se llama basura electrónica a los dispositivos electrónicos desechados, como ordenadores, teléfonos, electrodomésticos, dispositivos móviles, baterías, equipos de audio, periféricos, etc., ya estén averiados o hayan quedado obsoletos, para el caso lo mismo.
Además del concepto, para entender este problema es importante su ubicación, pues no todos los países generan el mismo volumen de esta basura, lógicamente. De hecho, incluso se ha elaborado un mapa global de basura electrónica que muestra la cantidad de desperdicios electrónicos por países.
En concreto, en 2012 China y Estados Unidos tenían el dudoso honor de ser líderes tanto en fabricación de equipos electrónicos como en la generación de más desechos de este tipo. A nivel global, las consecuencias son terribles, entre otras cosas porque no se realiza el reciclaje de forma adecuada.
Por ejemplo, la quema para buscar componentes valiosos como el cobre y el oro libera toxinas que polucionan la atmósfera. Los ejemplos más cotidianos ya son un espanto. Si una batería de níquel cadmio de un teléfono contamina unos 50.000 litros de agua, un sólo televisor ensucia 80.000 litros de agua con sustancias metálicas, plomo y fósforo. O, sin ir más lejos, desechar un aparato de aire acondicionado pasa una elevada factura al medio ambiente, ya que contiene tiene gases CFC que destruyen la capa de ozono, además de otros contaminantes considerados peligrosos.
Los riesgos ambientales y sanitarios son especialmente alarmantes en los países en desarrollo, destino final de gran cantidad de desechos que proceden de países desarrollados. Además de contaminar el entorno, puede llegar a provocar daños en el ADN y cáncer, además de inflamación y estrés oxidativo, derivando en enfermedades cardiovasculares.
Eso significa que en 2017 el volumen anual de basura electrónica será de unas 65,4 millones de toneladas, lo que equivale a un peso similar al de 200 edificios como el Empire State de Nueva York o a 11 construcciones como la Gran Pirámide de Giza. ¿Impresiona, verdad?
¿Pero, qué es la basura electrónica? Se llama basura electrónica a los dispositivos electrónicos desechados, como ordenadores, teléfonos, electrodomésticos, dispositivos móviles, baterías, equipos de audio, periféricos, etc., ya estén averiados o hayan quedado obsoletos, para el caso lo mismo.
Además del concepto, para entender este problema es importante su ubicación, pues no todos los países generan el mismo volumen de esta basura, lógicamente. De hecho, incluso se ha elaborado un mapa global de basura electrónica que muestra la cantidad de desperdicios electrónicos por países.
En concreto, en 2012 China y Estados Unidos tenían el dudoso honor de ser líderes tanto en fabricación de equipos electrónicos como en la generación de más desechos de este tipo. A nivel global, las consecuencias son terribles, entre otras cosas porque no se realiza el reciclaje de forma adecuada.
Por ejemplo, la quema para buscar componentes valiosos como el cobre y el oro libera toxinas que polucionan la atmósfera. Los ejemplos más cotidianos ya son un espanto. Si una batería de níquel cadmio de un teléfono contamina unos 50.000 litros de agua, un sólo televisor ensucia 80.000 litros de agua con sustancias metálicas, plomo y fósforo. O, sin ir más lejos, desechar un aparato de aire acondicionado pasa una elevada factura al medio ambiente, ya que contiene tiene gases CFC que destruyen la capa de ozono, además de otros contaminantes considerados peligrosos.
Amenaza sanitaria y ambiental
Si la basura electrónica satura el entorno, no resulta menos perjudicial para la salud. Al ser una potencial fuente contaminante de acuíferos, atmósfera y suelo debido a las sustancias tóxicas que contienen, una vez llegan a la naturaleza ya poco puede hacerse.Los riesgos ambientales y sanitarios son especialmente alarmantes en los países en desarrollo, destino final de gran cantidad de desechos que proceden de países desarrollados. Además de contaminar el entorno, puede llegar a provocar daños en el ADN y cáncer, además de inflamación y estrés oxidativo, derivando en enfermedades cardiovasculares.
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