El desarrollo económico puede beneficiar al medio ambiente
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El gibón de Hainan vive en algunas islas de China y
Vietnam. Ya sólo quedan unas pocas decenas de ejemplares. Está a punto
de extinguirse. Sería el primer gran primate que se desaparece del planeta desde que comenzó la era del Holoceno, hace 12.000 años. Se queda sin hábitat por los campos de arroz y de caucho y por las pistas de golf.
Hay miles de especies en peligro de extinción en todo el planeta. Las más conocidas son los mamíferos y las aves, pero los anfibios, en realidad, son los que más peligro corren. Las razones de esta extinción masiva (algunos científicos ya han advertido de que podría ser la sexta extinción masiva de la historia) son varias, pero todas tienen el mismo origen: el crecimiento económico de la humanidad.
La tecnología ha permitido al ser humano dominar la tierra y al resto de seres vivos, matando a los animales más fieros y cortando árboles de varios metros. La tecnología ha permitido el desarrollo económico y social del ser humano. Pero también está acabando con el resto de especies animales.
En la actualidad, hay que producir alimento y otros productos de primera necesidad (así como otros de lujo) para 7.000 millones de personas. El ritmo de extinciones es directamente proporcional al crecimiento económico y de población.
Sin embargo, se puede ver desde otro punto de vista. Los mayores grupos de presión ecologistas, como Greenpeace, WWF y otros, se fundaron en países desarrollados. Cuando una sociedad llega a un nivel donde no tiene que preocuparse por lo que come, algunos de sus miembros empiezan a darse cuenta de la importancia de proteger la naturaleza. Los Gobiernos aprueban leyes para proteger el medio ambiente por la presión de estos grupos. En Occidente, este cambio hacia una legislación respetuosa con el medio ambiente comenzó en los setenta y los ochenta del siglo pasado.
El crecimiento, si es racional, puede beneficiar a otras especies. Se pueden construir plantas de tratamiento de aguas residuales, se puede prohibir a las fábricas verter sustancias contaminantes a los ríos. La prosperidad y la paz respetan a las personas y a los animales, mientras que las guerras, no sólo perjudican a los que participan, sino también a la fauna de la región.
Por otra parte, los países más desarrollados tienen tasas de crecimiento de población más bajas, lo que también beneficia al medio ambiente.
En los países ricos, se llevan a cabo programas para recuperar especies en peligro de extinción. Por ejemplo, la población del águila de cabeza calva se había reducido a 412 parejas reproductoras en 1960. En la actualidad hay 7.066. Algunas poblaciones de ballenas se están recuperando gracias a una moratoria sobre la caza comercial (a pesar de que países como Japón no cumplen dicha moratoria). En España, una especie emblemática como el lince ibérico, se está recuperando.
Cuando la población no tiene qué comer o se ve envuelta en un conflicto armado, no piensa en los animales ni en el medio ambiente. El desarrollo puede ser beneficioso para la naturaleza, siempre que sea racional y se lleve a cabo con criterios ecológicos. Algunos economistas y ecologistas quieren dar un paso más y defienden el decrecimiento.
Hay miles de especies en peligro de extinción en todo el planeta. Las más conocidas son los mamíferos y las aves, pero los anfibios, en realidad, son los que más peligro corren. Las razones de esta extinción masiva (algunos científicos ya han advertido de que podría ser la sexta extinción masiva de la historia) son varias, pero todas tienen el mismo origen: el crecimiento económico de la humanidad.
La tecnología ha permitido al ser humano dominar la tierra y al resto de seres vivos, matando a los animales más fieros y cortando árboles de varios metros. La tecnología ha permitido el desarrollo económico y social del ser humano. Pero también está acabando con el resto de especies animales.
En la actualidad, hay que producir alimento y otros productos de primera necesidad (así como otros de lujo) para 7.000 millones de personas. El ritmo de extinciones es directamente proporcional al crecimiento económico y de población.
Sin embargo, se puede ver desde otro punto de vista. Los mayores grupos de presión ecologistas, como Greenpeace, WWF y otros, se fundaron en países desarrollados. Cuando una sociedad llega a un nivel donde no tiene que preocuparse por lo que come, algunos de sus miembros empiezan a darse cuenta de la importancia de proteger la naturaleza. Los Gobiernos aprueban leyes para proteger el medio ambiente por la presión de estos grupos. En Occidente, este cambio hacia una legislación respetuosa con el medio ambiente comenzó en los setenta y los ochenta del siglo pasado.
Crecimiento racional o decrecimiento
El crecimiento, si es racional, puede beneficiar a otras especies. Se pueden construir plantas de tratamiento de aguas residuales, se puede prohibir a las fábricas verter sustancias contaminantes a los ríos. La prosperidad y la paz respetan a las personas y a los animales, mientras que las guerras, no sólo perjudican a los que participan, sino también a la fauna de la región.
Por otra parte, los países más desarrollados tienen tasas de crecimiento de población más bajas, lo que también beneficia al medio ambiente.
En los países ricos, se llevan a cabo programas para recuperar especies en peligro de extinción. Por ejemplo, la población del águila de cabeza calva se había reducido a 412 parejas reproductoras en 1960. En la actualidad hay 7.066. Algunas poblaciones de ballenas se están recuperando gracias a una moratoria sobre la caza comercial (a pesar de que países como Japón no cumplen dicha moratoria). En España, una especie emblemática como el lince ibérico, se está recuperando.
Cuando la población no tiene qué comer o se ve envuelta en un conflicto armado, no piensa en los animales ni en el medio ambiente. El desarrollo puede ser beneficioso para la naturaleza, siempre que sea racional y se lleve a cabo con criterios ecológicos. Algunos economistas y ecologistas quieren dar un paso más y defienden el decrecimiento.
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