Un príncipe saudí mata a 2.000 aves en peligro de extinción
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Un príncipe saudí que gusta de la caza y del
exterminio de aves, en su caso lo mismo, no ha dudado ni un segundo en
hacer uso del muy discutible arte de la halconería para cargarse de un plumazo a cerca de 2.000 pájaros que pertenecían a una especie en peligro de extinción.
La voracidad de este cazador era desmedida, sobre todo considerando las capturas y el hecho de que se trate de un animal escaso, en peligro de extinción. Y, aunque el príncipe Fahd Bin Sultan acudió acompañado por su séquito, él solito rozó los dos millares de pájaros cazados, correspondiendo al resto de sus acompañantes la caza de 123 ejemplares de la misma especie, una pequeña ave llamada avutarda hubara (Chlamydotis undulata).
Eso sí, contó la inestimable ayuda de sus halcones y tuvo tres semanas para sembrar el terror y echarles encima a las rapaces una y otra vez en una partida de caza en Pakistán. Técnicamente, la cacería debió de consistir, básicamente, en echar los halcones a volar y dejar que buscaran a la presa hasta herirla o matarla. Y fin de la triste historia.
En este caso, sin embargo, aquel episodio fue sólo el principio de una controversia que amenaza con convertirse en un conflicto diplomático, aunque será fácil que acabe en simple anécdota. Lejos de considerar esta práctica artística o romántica, las autoridades locales de la inestable provincia de Baluchistán (suoreste del país) han puesto el grito en el cielo, y nunca mejor dicho. Denuncian que utilizaron halcones criados específicamente para matar a estos animales protegidos en enero pasado.
No en vano, es una actividad prohibida. La caza de avutarda hubara no se permite, obviamente, porque esta pequeña ave está en peligro de extinción, auque, como la ley tiene sus excepciones y sus trampas, las autoridades paquistaníes emiten en ocasiones permisos especiales para que ricas personalidades den rienda suelta a sus instintos cetreros.
El problema es que, como potencia, Arabia Saudí tiene la sartén por el mango. Finalmente, los pobres pájaros no son sino un asunto menor que tiene poco que hacer frente al poderío del petróleo. Aún así, el David de turno, Jaffar Baloch, jefe de los servicios de la fauna en el distrito de Chagai, donde tuvo lugar la cacería, osó enfrentarse a su Goliat. Confirmó que pidió a las autoridades actuar en este caso de difícil solución a favor de la preservación del entorno, dado que las monarquías del Golfo son importantes inversores en la frágil economía paquistaní.
La voracidad de este cazador era desmedida, sobre todo considerando las capturas y el hecho de que se trate de un animal escaso, en peligro de extinción. Y, aunque el príncipe Fahd Bin Sultan acudió acompañado por su séquito, él solito rozó los dos millares de pájaros cazados, correspondiendo al resto de sus acompañantes la caza de 123 ejemplares de la misma especie, una pequeña ave llamada avutarda hubara (Chlamydotis undulata).
Eso sí, contó la inestimable ayuda de sus halcones y tuvo tres semanas para sembrar el terror y echarles encima a las rapaces una y otra vez en una partida de caza en Pakistán. Técnicamente, la cacería debió de consistir, básicamente, en echar los halcones a volar y dejar que buscaran a la presa hasta herirla o matarla. Y fin de la triste historia.
En este caso, sin embargo, aquel episodio fue sólo el principio de una controversia que amenaza con convertirse en un conflicto diplomático, aunque será fácil que acabe en simple anécdota. Lejos de considerar esta práctica artística o romántica, las autoridades locales de la inestable provincia de Baluchistán (suoreste del país) han puesto el grito en el cielo, y nunca mejor dicho. Denuncian que utilizaron halcones criados específicamente para matar a estos animales protegidos en enero pasado.
No en vano, es una actividad prohibida. La caza de avutarda hubara no se permite, obviamente, porque esta pequeña ave está en peligro de extinción, auque, como la ley tiene sus excepciones y sus trampas, las autoridades paquistaníes emiten en ocasiones permisos especiales para que ricas personalidades den rienda suelta a sus instintos cetreros.
Más allá de que lo legal sea más o menos injusto, las objeciones hechas por el gobierno local son de puro sentido común. “Pero el príncipe mató él solo a 1.977 pájaros y las personas que le acompañaban a 123″, criticó una fuente anónima del ministerio de Bosques. “Hemos pedido a nuestros superiores jerárquicos poner fin a esta práctica, porque esos pájaros están ya en peligro”, concluyó.
El problema es que, como potencia, Arabia Saudí tiene la sartén por el mango. Finalmente, los pobres pájaros no son sino un asunto menor que tiene poco que hacer frente al poderío del petróleo. Aún así, el David de turno, Jaffar Baloch, jefe de los servicios de la fauna en el distrito de Chagai, donde tuvo lugar la cacería, osó enfrentarse a su Goliat. Confirmó que pidió a las autoridades actuar en este caso de difícil solución a favor de la preservación del entorno, dado que las monarquías del Golfo son importantes inversores en la frágil economía paquistaní.
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