Un tiburón destroza e intenta devorar a otro en un acuario japonés

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Si no se lo zampó fue por problemas técnicos: su piel estaba demasiado dura incluso para sus afilados dientes. Imposible masticarla, pero de tanto mordisco acabó mutilándolo mortalmente. El uno, un furioso tiburón tigre de casi tres metros de largo, que por poco no engulló a su compañero, un tiburón arrecife que medía poco más de metro y medio.
En esta ocasión, algo tan cotidiano como que un pez gordo se meriende a otro más pequeño ha sido noticia, sobre todo por dos cuestiones, por un lado, entre especies compatibles es algo que no suele ocurrir, al menos con grandes depredadores y en los acuarios, a la vista del público.

Si a ello le añadimos que hay instantáneas estremecedoras y sumamos el perfil de los protagonistas del suceso, un par de temibles tiburones, el espectáculo mediático está servido, pero vaya por delante que una lucha tan encarnizada como la que mantuvieron, que duró 40 eternos minutos, probablemente podría haberse detenido, si no impedido.

Sin escapatoria

Algunos pueden matar dando un sólo golpe de cola, mientras otros son caníbales, aunque también es cierto que los ataques a humanos son simple anécdota en comparación con nuestro demoledor trato hacia ellos. Por ejemplo en esta ocasión, propiciando este tipo de situaciones, creando una nueva forma de depredación, la de los tiburones que prefieren a sus compañeros de acuario antes que el menú que ofrece el parque acuático.
Fuera de bromas, se desconoce por qué este enorme tiburón del parque nipón de Aqua World quería comerse vivo a alguien, si le entró el hambre de repente o el enojo le había quitado el apetito. Sea como fuere, el tiburón tigre llevaba un tiempo sin querer comer, un ayuno que tenía preocupados a sus cuidadores. Esto cambió drásticamente cuando una mañana, el angelito encontró su apetito perdido y… decidió engullir a su compañero.
Tras un largo ayuno, le vino el hambre y decidió no esperar al turno de comidas, pero tras varios intentos de tragárselo acabó escupiéndolo. Los empleados del parque recuperaron el pequeño tiburón, pero ya nada pudo hacerse con él.


Más allá de lo anecdótico, el episodio podría ser un ejemplo de lo que supone el cautiverio, como un modo de maltrato que enloquece a los animales. O, como opinan los biólogos del parque, sea una lección de la que aprender a la hora de elegir las especies que pueden y no pueden compartir hábitat o, más propiamente, el hacinamiento implícito que conlleva meter a estos reyes de mares y océanos en un tanque de agua.

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